Opinión Federación Almeriense de Fútbol
“Los padres mete bullas”
Francisco Gregorio Navarro
Jefe de Deportes de Almería Actualidad
Vas a ver un partido de fútbol base y ahí los tienes, sentados en el graderío, apoyados en la barra del ambigú o al lado del banquillo, vociferando como si fueran el entrenador del equipo. Hablo de los padres mete bullas, esos que van a los campos a hacerles la vida imposible a sus propios hijos. Por lo común, creen que han engendrado a un Cristiano Ronaldo o un Messi y no toleran que su vástago se quede en el banquillo. En ese caso, el entrenador no tiene ni idea de fútbol y amenazan con llevárselo rápidamente a otro club. Efectivamente, hay ocasiones en las que el crío posee cualidades, pero no soporta la presión de su progenitor, instalado en la banda para reprocharle que ha fallado un gol cantado o que el pase era mejor hacerlo con la zurda en lugar de con la diestra. No contentos con eso, esta especie que se multiplica como los hongos suele dedicarse también a increpar al árbitro y sus asistentes, dedicándole todo tipo de improperios, generando una sensación de vergüenza ajena en el hijo que en muchos casos ha llegado al extremo de tener que abandonar la práctica deportiva. El que les dice esto ha visto dichas actitudes en numerosos escenarios deportivos y, lo que es más alarmante, la proporción de padres que van a animar a un hijo y los que lo hacen para echarle en cara sólo los fallos es de uno a cuatro en favor de los segundos. Sé de un caso en el que un chaval de pueblo le quitó la titularidad en la portería de un club canterano capitalino a quien solía ocuparla desde años atrás. El crío en cuestión aceptó la suplencia y siguió trabajando día a día para recuperar su puesto, pero el padre no estaba dispuesto a pasar por alto tal afrenta y la tomó con el nuevo. En cada partido se situaba detrás de la portería para increparlo y ponerlo nervioso hasta que un día, cuando el rival se disponía a lanzarle un penalti, espetó: “El hijo de puta éste no lo va a parar”. Una señora se giró y le dijo: “Siga diciéndole lo que quiera, pero su madre, que soy yo, no es ninguna puta”. Y el crío paró el penalti...
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