El Estrella Roja de los 90
EQUIPOS DE LEYENDA
El fútbol no suele tener memoria. Al menos, no para quienes decaen con el paso de los años para no volver nunca al lugar donde alguna vez tocaron el cielo. Muchos ejemplos ha habido a lo largo de la historia, equipos que estuvieron en la cima y se esfumaron con la misma efervescencia con la que pusieron el mundo a sus pies. El Estrella Roja de principios de los 90 sabe bien lo que es eso.
A finales de los años 80 Yugoslavia vivía una época de prosperidad a nivel deportivo. Multitud de talentos copaban los equipos locales y deleitaban con su juego en una de las entonces selecciones más potentes del mundo. A nivel de clubes, en Belgrado aparecían los primeros síntomas de lo que más adelante sería un equipo de ensueño que lograría una gesta inédita para un club yugoslavo. Dragan Dzajicempezaba a construir un Estrella Roja que daría mucho que hablar a muy corto plazo.
Entre el presidente del club de Belgrado y el mánager Vladimir Cvetkovic consiguieron atraer a las principales figuras del país para completar la plantilla con jóvenes promesas de la cantera. La jugada maestra llegó en la incorporación un chaval que venía de deslumbrar en el Mundial juvenil. En 1987, Robert Prosinecki pasa a formar parte de ese ilusionante proyecto. Con su llegada y la de Dragan Stojkovic el Estrella Roja consigue el título de liga. Llegaba el momento de conquistar Europa.
El reto era enorme y la inversión fue acorde a las necesidades. Dejan Savicevic y Darko Pancevreforzaron un equipo en el que la aparición de los canteranos Stojanovic, Stosic o Jugovic, entre otros, completaba un equipo lo suficientemente competitivo para dar la cara en la máxima competición continental. Su camino llegó hasta los octavos de final, donde el Milan de Sacchi se deshizo de ellos en los penaltis. Sin embargo, la derrota fue una clara señal de que aquel Estrella Roja podía hacer algo grande. Mantener la puerta a cero en los dos encuentros ante el equipo más potente del momento era un síntoma inequívoco de las posibilidades de esos futbolistas.
Con Petrovic llega la gesta
Pero hubo que esperar más de lo previsto para confirmar esas sensaciones. Al menos una temporada más. La Vojvodina de Ljupko Petrovic se hacía con el título doméstico e impedía ver nuevamente al Estrella Roja en Europa. Dzajic no lo dudó y volvió a rascarse el bolsillo. Y qué mejor sitio para 'pescar' caras nuevas que en el vigente campeón. Mihajlovic y el mismo Petrovic recalaron en el club de Belgrado. Dragoslav Sekularac dejaba el banquillo y el destino del renovado proyecto quedaba en manos de Petrovic.
En la segunda experiencia continental, el Estrella Roja dio la razón a quienes vaticinaron que aquel equipo capaz de poner en problemas al Milan de Sacchi acabaría asombrando al mundo con su fútbol. Porque el equipo de Petrovic se caracterizaba por su tremenda calidad. La visión de Prosinecki, los libres directos de Mihajlovic, las vaselinas de Savicevic, los remates acrobáticos de Pancev... un sinfin de delicias técnicas que hicieron de este Estrella Roja un equipo muy carismático.
Agradable a la vista del espectador y, además, muy efectivo. Tras un inicio dubitativo ante el Grasshoppers, arrolló a los suizos en la vuelta y superó al Rangers con comodidad en la siguiente ronda. Para el recuerdo queda el precioso tanto de Pancev a pase de Prosinecki. (Minuto 2:50).
En cuartos el Dinamo de Dresden no fue rival y el verdadero envite llegó en semifinales. El Bayern de Múnich de Kohler, Augenthaler, Effenberg o Thon fue la prueba definitiva. El 1-2 logrado en Alemania encarrilaba el pase a la gran final pero los germanos demostraron, una vez más, que son únicos compitiendo. Llegaron a igualar la eliminatoria con un 1-2 en el pequeño Maracaná de Belgrado pero un tanto de Augenthaler en propia puerta, a dos minutos del final, mantuvo el sueño de los yugoslavos. Jugarían la final de la Copa de Europa ante el Marsella de Papin, Boli y su ex compañero Stojkovic.
Y llegó el día. En Bari, en el estadio San Nicola, el Estrella Roja y el Marsella buscaban un hueco en la historia. Dos equipos con un juego vistoso y suficientes recursos ofensivos para hacer de aquella final una de las más recordadas. El único incoveniente es que en la mente de Petrovic el escenario del partido era bien distinto. Optó por un once más conservador y una táctica marcadamente defensiva. Stojanovic, el portero, estaba con él: "Esto se da una vez en la vida, y prefiero jugar atrás y ganar a atacar abiertamente y perder. Siempre salimos a convertir más goles que el rival, pero esta vez, sorprenderemos".
El resultado fue un Estrella Roja atrincherado y un Marsella impotente. El marcador no se movió y llegaron los penaltis. Allí, surgió la figura de Stojanovic. Petrovic ya se lo había dicho a su jugador Dragisa Binic, molesto por el planteamiento en los instantes previos al choque: "Ganaremos porque Dika ataja un penal, así vamos a ser campeones de Europa". Fue el primero, a Amorós, y no hizo falta más. Europa ya sabía quién era el Estrella Roja.
Había equipo para soñar con una hegemonía prolongada pero el ámbito político se hizo un hueco en el terreno de juego. La Guerra de los Balcanes terminó por desintegrar un conjunto llamado a triunfar y comenzó la fuga de talentos. El técnico Petrovic, Marovic o Prosinecki abandonaron el club. La prohibición de entrada al país de extranjeros impidió que se disputara la Supercopa de Europa con el United y ese hecho acrecentó las ganas de cambiar de aires.
La Intercontinental conquistada ante el Colo Colo, a pesar de jugar con un hombre menos gran parte del partido por la expulsión de Savicevic, y el campeonato de liga fueron una dulce despedida a una etapa que tocaba a su fin. El mismo Savicevic, Jugovic y Pancev hicieron las maletas. Yugoslavia se preparaba para un cambio obligado en lo social y lo político. El Estrella Roja, en consecuencia, también.
jaime.rincon@marca.com
0 comentarios