El Manchester United de los 'Busby babes
EQUIPOS DE LEYENDA
Hubo un tiempo en el que el Manchester United pintaba más bien poco en Inglaterra y absolutamente nada en Europa. Lejos del liderazgo que asume hoy en día en la Premier y ausente en las grandes citas internacionales, el United se debatía entre el anonimato y la cotidianeidad. La llegada de un solo hombre cambió esta tendencia a mediados de los años 40. Matt Busby, poco menos que un héroe en el Manchester City, sería curiosamente el gran causante de una de las etapas más gloriosas del ManU.
El técnico escocés y su fiel ayudante James Murphy revolucionaron la entidad con decisiones pioneras como la instauración de reuniones sociales o la idea de otorgar funciones administrativas a algunos jugadores. Su creencia en el fútbol base llevó al United a reforzar sus categorías inferiores y surtirse de jugadores jóvenes para el primer equipo. "Un jugador es lo bastante mayor siempre y cuando sea lo suficientemente bueno", solía decir el escocés. Busby llegó en 1945 y dos años más tarde llevó al equipo hasta el segundo escalón de la Premier League. En 1948 logró su primer título conquistando la FA Cup. Era la primera señal de que en Manchester iba a suceder algo grande.
A medida que el United crecía y afianzaba su proyecto, cerca de Birmingham, en la pequeña localidad de Dudley, emergía un nuevo talento: Duncan Edwards. El equipo de Busby logró la tercera Premier de su historia en 1952 mientras el pequeño Edwards continuaba con su carrera meteórica. Un año más tarde, debuta con 16 años en un equipo que acoge a una serie de jugadores que marcarían una época inolvidable. Se incorporan el extremo Berry, el norirlandés Blanchflower, el zurdo Pegg, Foulkes, Viollet, el habilidoso Whelan y el gran Bobby Charlton. ’Bobby’ debuta en 1956 ante el Charlton Athletic y ya deja muestras de su gran clase marcando dos goles.
El fenómeno Edwards
Sin embargo, y pese a lo que todo el mundo pueda pensar, la gran estrella de aquel equipo era Edwards, como el propio Charlton se ha hartado de reconocer posteriormente: "Nunca he conocido a alguien tan dotado técnicamente, tan fuerte y con la presencia que él tenía. Era bueno con la derecha, bueno con la izquierda, con un extraordinario remate de cabeza y muy sólido en defensa. Es la única persona a quien, incluso hoy, realmente me sentía inferior". Un futbolista que estaba llamado a liderar un equipo de ensueño dispuesto a discutir la hegemonía del gran Madrid de Di Stéfano. Con Edwards todo era posible. "Recuerdo una anécdota: en una semifinal ante el Chelsea, Murphy nos dijo que evitáramos la dependencia de Duncan. Que éramos un equipo sobrado de talento. Al llegar 0-0 al descanso, nos gritó: ’Pasadle a Duncan’. Ganamos el partido". Declaraciones de Charlton que dejaban bien claro el peso del talento inglés en ese equipo.
Cayeron los títulos de liga del 56 y el 57 y sólo el imparable Madrid de la ’Saeta Rubia’ se cruzó en su camino en Europa. El equipo blanco y aquella maldita noche del 6 de febrero de 1958 en Munich. Busby y sus chicos regresaban de Belgrado tras clasificarse para las semifinales de la Copa de Europa en el vuelo 609 de la British European Airways y pararon en la ciudad germana a repostar. Caía una nevada tremenda y el avión tuvo dos despegues fallidos. "Todavía no sé por qué despegamos", recuerda Charlton. Al tercer intento, el avión se precipitó contra una casa y la cabina se convirtió en una trampa de fuego mortal. Harry Gregg, uno de los supervivientes y héroe improvisado no olvidará jamás las palabras de su compañero Whelan en medio del pánico y el caos generalizado. "Si ocurre lo peor, estoy preparado para morir. Espero que lo estemos todos".
Preparados o no, 23 personas perdieron la vida en el fatal accidente. Ocho fueron futbolistas. Tommy Taylor, de 26 años; Robert Byrne, de 28; Geoff Bent, de 26; Mark Jones, de 24; David Pegg, de 22, Liam Whelan, de 22; Eddie Coleman, de 21 y el gran Duncan Edwards, aunque éste lo haría quince días después. En medio del desastre, Gregg utilizó sus grandes manos de portero para rescatar uno por uno a todos los pasajeros que pudo, Charlton, Viollet y Matt Busby entre ellos. "Yo saqué a un bebé y después a una mujer también. Saqué a Bobby Charlton y a Dennis Viollet por el lado izquierdo y los arrastré sobre la nieve. Matt Busby frotaba su pecho y murmuraba: ’mis piernas, mis piernas...’".
De entre los supervivientes, Edwards y Busby fueron los que peor parte se llevaron. James Murphy, segundo del técnico escocés, tuvo que ocuparse de un equipo deshecho en logística y, como no podía ser de otra manera, en el aspecto moral. El propio Murphy contaba destrozado su experiencia con Edwards en el hospital: "¿Eres tú, Jimmy? ¿El partido ante los Wolves es a las tres?". El genial futbolista todavía pensaba en recuperarse a tiempo para llegar al partido. Para Murphy, no habrá nunca nadie como el gran Duncan Edwards: "Con el paso de los años, cuando escuchaba a Muhammad Alí decir que era el más grande, no podía parar de sonreír. El más grande fue Duncan Edwards". Por desgracia, nunca más pudo ponerse las botas.
El United debía pasar página y mientras Murphy reconstruía el equipo, Busby luchaba por sobrevivir en un hospital de Munich. "Estaba completamente sólo y tuve que rehacer un equipo. Fue importante coger futbolistas de fuera de Old Trafford, fuera del ambiente de muerte de Manchester y de toda la emoción", apuntaba el improvisado técnico. Tres meses después del accidente, cayeron en la final de la FA Cup ante el Bolton (2-0). "Tras perder ante el Bolton, fue peor que nunca", evocó el defensa Foulkes" al volver a Manchester, nos esperaban millones de personas".
La situación no mejoraba entre las paredes del hospital. Busby llegó a recibir en dos ocasiones la extremaunción. Se recuperó, mandó un mensaje de tranquilidad y la esperanza regresó a las gradas de Old Trafford. La recuperación giró en torno a la figura de Bobby Charlton, el mejor jugador con diferencia de aquella época. Llegaron David Herd, Albert Quixhall y Dennis Law. Poco después lo hizo George Best, genio controvertido que añadiría un factor desequilibrante, elemento distintivo que completó lo que más tarde se conocería como el "Holy Trinity" (Charlton, Law y Best).
Y el United y sus aficionados volvieron a sonreir. Busby regresó a los banquillos y los ’red devils’ recuperaron su dominio en la Premier ganando los campeonatos de 1965 y 1967. Europa esperaba de nuevo a los renovados ’Busby Babes’. Esta vez, ni el Madrid ni ningún avión se interpondría en su camino. Un 29 de mayo de 1968 en el majestuoso marco de Wembley, el United se proclamaba campeón de Europa tras ganar 4-1 al Benfica. Busby ya tenía motivos para ser feliz. Manchester podía respirar aliviado. Aquel triunfo era también de los ausentes, de las víctimas del accidente. Ya lo decía Harry Gregg: "Puede que no fuéramos el mejor equipo del mundo. Puede que nunca lo llegáramos a ser. Pero sin duda fuimos los más queridos. El equipo tenía juventud, carisma, y, sobre todo, humildad. La magia del Manchester pudo morir en Múnich, pero las emociones que generó aquel equipo permanecen imborrables en la memoria de los aficionados". Y eso, al fin y al cabo, es el mejor título de todos.
jaime.rincon@marca.com
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