El Stade Reims del "football champagne"
EQUIPOS DE LEYENDA
Uno de los múltiples tópicos que se barajan en este deporte habla de la facilidad para pasar al olvido o de la distante relación que el fútbol tiene con la justicia. “El fútbol tiene muy poca memoria”, se asevera con frecuencia. Una verdad indiscutible que bien conoce el Stade Reims francés, equipo que marcó profundamente a quien le vio pero del que hoy en día no se cuentan batallitas por culpa de dos finales europeas.
Hubo una vez en el que el Stade Reims fue grande, muy grande. Sólo la mala fortuna de coincidir con otro colectivo formidable, el formado por el Madrid de Di Stéfano, evitó que inscribiera su nombre con letras de oro en los anales de la historia futbolística.
Batteux y el “football champagne”
Como en toda leyenda, existen ciertos protagonistas que marcan el guión y acaparan los focos. Es el caso de Albert Batteux, centrocampista con cierto nivel en el Stade Reims que colgó las botas por el banquillo en 1950. Con Batteux arrancó la etapa dorada del club en la que la clara apuesta preciosista del técnico galo desembocó en la conquista de numerosos títulos. El Stade Reims conquistó los ‘Championat’ de 1953 y 1955.
La utilización de paredes, el abuso de combinaciones cortas y juego siempre a ras de suelo provocaron que al estilo que ese colectivo desplegaba sobre un terreno de juego se le acuñara el término “football champagne”, dado que la producción mayoritaria de ese vino espumoso se encuentra en la región donde reside el club. Un fútbol exquisito y llamativo en el que la obsesión por el control de la posesión era tal, que fue el primer equipo en añadir un nuevo concepto a los saques de esquina. El córner "à la rémoise" (así se le definió), o lo que es o mismo, sacar en corto y descartar como primera opción el balón colgado al área.
La apuesta por la técnica que hizo Batteux creo un ambiente oportuno para que jugadores como Jonquest, Giraudo, Leblond o Bliard explotaran sus excelentes cualidades. Varios escalones por encima estaba Raymond Kopa. Aquel menudo delantero de regate fácil y desborde voraz encontró la confianza y libertad que necesitan los genios para brillar en Batteux. Las críticas desde fuera que Kopa recibía por su individualismo y dificultad para jugar al primer toque fueron cortadas de raíz por su técnico cuando, en un cara a cara, le advirtió con rotundidad: “El día que no dribles más te echo del equipo”.
El Madrid se cruza en el camino
Era 1956 y la máxima competición internacional daba sus primeros pasos. Justo un año antes, el equipo francés se había quedado a las puertas de la gloria internacional perdiendo la final de la Copa Latina (anterior versión de la Copa de Europa) ante el Real Madrid. El Stade Reims se plantó en la final invicto. Pero allí, en el partido decisivo, en su territorio, ante casi 40.000 espectadores en el Parque de los Príncipes, el Stade Reims puso la primera piedra para construir esa leyenda de eterno segundón.
Y eso que el inicio fue arrollador. A los diez minutos de partido el conjunto galo ganaba por 2-0 gracias a los tantos de Michel Leblond y Jean Templin. Se visualizaba la celebración, el éxtasis y los cánticos de un Parque de los Príncipes entregado hasta que al Madrid le dio por reaccionar. Llegó a empatar, y aunque Michel Hidalgo volvió a poner por delante al Reims, el vendaval blanco se había desatado. A once minutos del final, Rial culminaba la remontada (3-4) y dejaba a los de Batteux sumidos en una profunda depresión.
Por si no bastara con el daño infligido, el Madrid dejaba al año siguiente a su rival sin su máxima estrella. La destacada actuación de Kopa en la final de París asombró a Bernabéu, que no dudó en hacer lo posible por conseguir su fichaje. Sin Kopa y con la herida europea aún abierta, lo normal hubiera sido sumirse en una profunda decadencia. Y probablemente ése habría sido su destino de no ser por la llegada al equipo de otro mito del fútbol francés: Just Fontaine. El veloz y eficaz punta venía de deslumbrar en el Niza y, pese a su corta trayectoria y escaso prestigio, cumplió a la perfección con el tremendo vacío de liderazgo que dejó Kopa a su marcha.
Adiós al desborde, bienvenido remate
Poco tenían que ver las características de uno y otro, dado que mientras el nuevo jugador del Madrid destacaba por su habilidad en el regate y tremendo recorrido, Fontaine era un excelso rematador, con una velocidad gestual que le permitía adelantarse al rival en el golpeo y un sorprendente salto de cabeza. Esto último fue incluso reconocido con cierta ironía por el propio jugador. “Salto tanto para rematar de cabeza que cuando bajo tengo nieve en el pelo”. El caso es que con Fontaine y un par de retoques más, el Stade Reims volvía alcanzó un exitoso ‘doblete’ en 1958 conquistando Copa y Liga. La oportunidad de regresar a Europa había llegado.
El camino, esta vez, no iba a ser tan cómodo. En cuartos de final tuvo que aparecer Fontaine con el tiempo cumplido para resolver ante el Standard de Lieja. En semifinales, el Young Boys suizo ofreció mayor resistencia de la esperada. El rival en la final, no podía ser otro, era de nuevo el Madrid de Di Stéfano.
El Madrid llegaba al Neckarstadion de Stuttgart en una posición más fuerte que en su primer encuentro tres años atrás. Europa estaba a los pies del conjunto blanco, dominador absoluto de la competición hasta entonces. El Reims, además, no estaba al nivel de antes. Enrique Mateos y Di Stéfano destrozaron, de nuevo, los sueños de un equipo que, sin saberlo, no volvería a verse en una igual.
El consuelo se encontró en casa. La liga francesa volvió a caer del lado del Reims en 1960. Europa ya era otra historia y la aventura se limitó a una derrota discreta ante el Burnley en octavos. El final de un ciclo se veía venir y la señal de ese cambio llegó en un partido ante el Sochaux, donde Fontaine sufrió una gravísima lesión que le mantuvo apartado durante una buena temporada de los terrenos de juego. Doble fractura de tibia y peroné. Casi nada. Reapareció a comienzos de 1961 pero en el partido de su regreso la pierna se le fue en una jugada fortuita y esa segunda lesión le forzó a la retirada.
Fue el punto de inflexión en un equipo que empezaba a pedir una renovación lógica e inevitable. Aún llegó el campeonato de 1962, con el que Albert Batteux se despedía tras doce temporadas de servicio al club. Al menos ese Stade Reims tuvo un final dulce. Al bajarse el telón de aquella trabajada y romántica obra sonaron los aplausos. Justo el premio que Batteux y el Stade de Reims de aquella época buscaron por encima de cualquier cosa. El materialismo queda para otros.
jaime.rincon@marca.com
0 comentarios