El Milan de Sacchi, un equipo de leyenda
EQUIPOS DE LEYENDA
Un equipo cuya habilidad defensiva fue empleada para desplegar un torrente de recursos en ataque que le permitió elevarse hasta la categoría de leyenda. Pero no una cualquiera, sino una que quizá le sitúe entre los cinco equipos más grandes de todos los tiempos.
Italia siempre ha vivido acompañada del término ’catenaccio’. Su fútbol ha estado a la sombra de las reticencias ofensivas y la acumulación de defensas por detrás del balón. A lo largo de los años se ha acusado de ese afán resultadista a todos los equipos italianos, pero como en cualquier generalización, existen ciertas excepciones. El Milan de finales de los 80 y comienzos de los 90 es una de ellas. Un equipo cuya habilidad defensiva fue empleada para desplegar un torrente de recursos en ataque que le permitió elevarse hasta la categoría de leyenda. Pero no una cualquiera, sino una que quizá le sitúe entre los cinco equipos más grandes de todos los tiempos.
Más allá de los títulos obtenidos o los jugadores en nómina que se sucedieron por el conjunto ’rossonero’, en el reciente recuerdo permanece un fútbol de alta escuela, con conceptos pioneros que dieron una vuelta de tuerca más a este deporte, y una filosofía de juego compleja a la par que atractiva. Su defensa en zona, lapresión adelantada la ocupación de los espacios en ataque marcaron la seña de identidad en un equipo surgido del cerebro de un genio de los banquillos: Arrigo Sacchi.
Algo antes de su llegada, un tal Silvio Berlusconi aterrizaba en Milanelo para recuperar a un equipo azotado por los escándalos y los fracasos deportivos. Dispuesto a colocar al Milan entre los más grandes, Berlusconi realizó el esfuerzo económico necesario para reflotar al gigante italiano. Sin embargo, faltaba un talento en el banquillo que supiera encajar todas las piezas y liderara con personalidad un proyecto ambicioso. Esa punta del iceberg llegó en un partido de Copa donde, un recién ascendido Parma protagonizaba el primer revés de la ’era Berlusconi’. Al finalizar el encuentro, el mandatario ’rossonero’ preguntó a un ayudante: "¿Cómo se llama el entrenador del Parma?" "Arrigo Sacchi"- repuso-. "¿Arrigo qué?". Jamás se le volvería a olvidar ese nombre. Ahí arrancaba el mejor Milan de la historia.
Un equipo al que llegaron Galli de la Fiorentina, Donadoni de la Cremonese, Colombo del Avellino,Ancelotti de la Roma, Virdis de la Juve o Evani de la Sampdoria. Pero hubo tres incorporaciones que marcaron, por encima del resto, el destino de este Milan. Un trío de holandeses que pusieron la nota exótica y distintiva. El factor diferencial que distingue a los buenos equipos de los eternos. Ruud Gullit, del PSV,Frank Rijkaard y Marco Van Basten, del Ajax, completaron un equipo de ensueño en el que la gente de la casa como Baresi o los jóvenes Maldini, Costacurta y Tassoti añadieron el sentimiento, el orden y el compromiso.
El salto de calidad holandés
El resultado fue un colectivo magistralmente coordinado, con un Baresi imperial en la retaguardia que ordenaba el ’pressing’ a la voz de ¡¡Milán!!, un tridente en el mediocampo donde Rijkaard ponía la cordura táctica aderezada de elegancia, y una conexión arriba en la que el despliegue físico y la amplitud de recursos de Gullit acompañaban al mayor genio de los once, Marco Van Basten. El genial delantero tulipán era un virtuoso del remate. Pocos puntas en la historia han gozado de tantas alternativas para acabar las jugadas. Muy pocos.
En la Era Sacchi el Milan ganó un Scudetto, una Supercopa de Italia, dos Copas de Europa, dos Supercopas de Europa y dos Intercontinentales
En el primer año con Sacchi al frente, ese Milan alzó el ’Scudetto’ y la Supercopa de Italia. En el torneo doméstico, con Van Basten lesionado durante gran parte del curso, consigue mantenerse al ritmo del Nápoles de Maradona hasta las últimas jornadas. A falta de tres, y con delantero referencia ya recuperado, supera por fin en la clasificación al equipo del ’Pelusa’ ganándole en su propia casa por 2-3, con un doblete Virdis y otro tanto de Van Basten.
La gesta despierta el optimismo ’rossonero’ de cara al gran reto que espera la próxima temporada: la Copa de Europa. El objetivo es ambicioso y merece plena dedicación. Los jugadores pasan ocho horas en Milanelo y se entrenan en doble sesión, cuatro horas de balón y físico y cuatro horas de entrenamiento táctico. Se despiertan pensando en fútbol, se acuestan pensando en fútbol, comen con el fútbol en la cabeza. Bueno, esto último no. Al menos no para Van Basten. Así lo contó Santiago Segurola hace tiempo en uno de sus artículos: "La obsesión de Sacchi le ocupaba todos los minutos del día. Un día se acercó a Van Basten mientras el jugador almorzaba. Quería precisar un detalle del juego, un problema menor que a Sacchi le parecía inaplazable. Van Basten no aguantó más. Se giró y miró a Sacchi. "Mientras como, no", contestó".
Preparado para lidiar con las grandes potencias europeas, el Milan sufrió en los inicios ante un gran Estrella Roja y un correoso Werder Bremen. A partir de ahí, llegó la exhibición. Vapuleó en un partido histórico al Madrid de la ’Quinta del Buitre’ con una manita grabada a fuego en el corazón de los merengues y, en la final, se paseó ante el Steaua de Bucarest de Lacatus y Hagi (4-0) con sendos ’dobletes’ de Gullit y Van Basten. Muy pocas veces se vio ganar a un equipo máxima competición continental con la suficiencia que lo hizo el de Sacchi.
En ese momento dulce, competiciones como la Supercopa de Europa (ante el Barcelona) o la Copa Intercontinental (frente al Atlético de Nacional colombiano) aumentan el palmarés y prolongan el misticismo de un conjunto que enamora allá por donde pasa. Curiosamente, la mayor competencia la encuentra en la Serie A, donde el Inter y el Nápoles consiguen romper momentáneamente su hegemonía.
Y lo consiguen, entre otras razones, por la prioridad que desde el club se da a la competición europea. Como vigente campeón, el Milan vuelve a saborear la gloria en el torneo más importante. De nuevo los ’rossonero’ caminan con paso firme por los grandes estadios del resto del continente y el Madrid de la ’Quinta del Buitre’, nuevamente, o el siempre difícil Bayern de Múnich, se echan a un lado en el trayecto hacia un nuevo título. En Viena, ante el Benfica de Eriksson, un solitario tanto de Rijkaard es suficiente para que el Milan logre su segunda Copa de Europa consecutiva.
Vuelven a caer la Supercopa de Europa (ante la Sampdoria) y la Intercontinental (ante el Olimpia de Paraguay) pero la ’era Sacchi’ toca a su fin. Hay quien dice que esa etapa finalizó el día en el que los focos del Velodrome se apagaron. El Milan iba camino de su tercera Champions pero el Marsella se interpuso en su inmaculada trayectoria. Tras el 1-1 en Italia, el equipo de Sacchi caía por 1-0 cuando parte del terreno de juego se quedó a oscuras. Se detuvo el choque y el Milan, en señal de protesta, decidió no saltar al campo. La eliminatoria se le dio por perdida y las críticas no se hicieron esperar.
Saccchi hizo las maletas rumbo al combinado nacional y Capello heredó un equipo perfectamente estructurado y con el gen de campeón. Pero ya no fue lo mismo. Los títulos cayeron por su propio peso, pero con otros jugadores y un estilo nuevo. Fue la inercia ganadora, pero sin el sello Sacchi.
jaime.rincon@marca.com
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