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Fútbol del Poniente Almeriense

El Inter de Milán de Helenio Herrera

 EQUIPOS DE LEYENDA

Jugar bien al fútbol no se limita únicamente a rasear el balón, arriesgar en ataque o mover el cuero en pocos toques. Eso, más bien, sería jugar bonito. Bien, por ejemplo, jugaba el Inter de Milán de Helenio Herrera en la década de los 60. Defensivo, sí, pero compacto, contundente y lo suficientemente resolutivo para reinar en Europa durante dos temporadas. Más de uno lo firmaría, sin duda.

[foto de la noticia] La plantilla del Inter posa con la Copa de Europa y la Intercontinental

 De hecho, nunca más viviría el Inter una etapa tan fructífera. Sólo el reciente triplete con Mourinho se acerca a lo logrado por el equipo de Helenio Herrera. Pero ni siquiera esa gesta alcanza el misticismo y la fuerte identidad que adquirió aquel Inter de mediados de los 60.

Aquel equipo fue el principal impulsor del famoso ’catenaccio’, famoso sambenito que ahora se suele asociar siempre a cualquier equipo italiano, el conjunto capaz de derrotar a equipos legendarios como el Madrid de Di Stéfano o el Benfica de Eusebio en sendas finales europeas. Hazañas vestidas con el estilo visionario de Helenio Herrera, mito de los banquillos y autor de frases lapidarias como "se juega mejor con diez que con once".

Con la llegada del entrenador argentino al Inter, en 1960, arranca esa etapa dorada de los ’nerazzurri’. Un enfrentamiento con la estrella húngara Laszlo Kubala en su etapa en el Barcelona precipita su llegada a Italia, a donde llega con Luis Suárez de la mano. En una etapa en la que el fútbol aún no alcanza cotas muy altas de profesionalismo, Herrera instaura las concentraciones e impone dietas a sus futbolistas.

El rey de la disciplina
A nivel estrictamente deportivo, el técnico argentino recupera a Giacinto Facchetti, un juvenil cedido al Atalanta que terminaría disputando más de 600 partidos como interista y al que retiraron en 2006 su camiseta con el número 3 tras su muerte. Instala una variante táctica nunca antes vista, situando a Armando Picchi como líbero por detrás de la línea defensiva de cuatro y cimenta los éxitos del equipo en un fuerte sistema defensivo.

En una etapa en la que el fútbol aún no alcanza cotas muy altas de profesionalismo, Herrera instaura las concentraciones e impone dietas a sus futbolistas

Filosofía que cuadra a la perfección con su ganada reputación de hombre duro y amante desmesurado de la disciplina. Sandro Mazzola, hijo del mítico capitán del Torino Valentino Mazzola, contó en su día una anécdota sobre las concentraciones que muestra con claridad el talante del entrenador interista. "Recuerdo que Burgnich, al que apodábamos el cura, estudiaba los movimientos de H.H. Me dijo un día: ’Helenio ha dejado las zapatillas en la puerta y ha encendido la lámpara de la mesita de noche. Es una trampa, cuando hace eso es que se marcha a su casa a dormir. Vámonos’. Bajé al garaje para coger el coche, miré la ventana de Helenio y de repente le veo moviendo la cabeza de un lado a otro. Nos pilló. Nos escapamos igual y al día siguiente la bronca fue enorme".

En ese clima de austeridad y sacrificio por el éxito se movió aquel Inter de comienzos de los 60. Esa dedicación plena obtuvo sus primeros resultados en 1963 con la consecución del primero de los tres ’Scudettos’ que acumularía con H.H. como entrenador. El primer trofeo permitió disputar la Copa de Europa al año siguiente, en la que el Inter fue superando eliminatorias con cierta dificultad. De una de ellas, ante el Everton, rescatamos otro detalle del fuerte carácter que Herrera imprimía a los suyos. Antes del partido frente a los ingleses, el técnico explicó así a Mazzola el marcaje con el que le tocaría lidiar: "Mira a éste, que sepa que hasta le han metido en la cárcel por dar una paliza. Pega como un forjador así que como no seas rápido con la pelota te va a machacar".

Pero el que pegó bien, de cara a portería, fue el Inter. Los ’nerazzurri’ llegaron hasta la final, donde esperaba el temido Madrid de Di Stéfano. Contra todo pronóstico, el equipo italiano se impuso por 3-1 en Viena con dos goles de Mazzola y otro de Milani y levantó su primera Copa de Europa.

La hegemonía interista obtuvo su confirmación poco después con la conquista de la Copa Intercontinental ante Independiente. El Inter necesitó de un partido de desempate, disputado en el Bernabéu, donde un gol de Mazzola dio el título a los de Helenio Herrera.

El genial centrocampista italiano ponía el talento junto a Luis Suárez en los últimos metros. El español, único Balón de Oro hasta hoy en nuestra tierra, era el auténtico líder, y así lo asumían todos, incluido el propio Mazzola. "Suárez era el comandante. Un día contra el Palermo me lanzó un pase por la izquierda. Fui a por la bola, pero cuando vi que no llegaba a ella me paré. Luisito me echó la bronca: ’Qué cojones haces, yo nunca fallo un pase’. Y era verdad, no fallaba nunca".

Bajo la sombra de esas figuras y la aportación de futbolistas como Joaquín Peiró o Jair Da Costa el Inter vuelve a conquistar el ’Scudetto’ en 1965 y extiende su hegemonía en Europa. Esta vez, el rival es el Benfica de Eusebio y el escenario el Giuseppe Meazza. En casa, y como vigente campeón, parecía imposible fallar. Abonado al sufrimiento, el Inter mantiene su corona merced a un solitario tanto de Jair Da Costa. Independiente vuelve a cruzarse en su camino hacia su segunda Intercontinental, ganada con mayor claridad que en el primer episodio con los argentinos.

El ’Scudetto’ de 1966 cerró un ciclo glorioso e irrepetible en la historia del club. Helenio Herrera y varios de los pesos pesados permanecieron en el equipo hasta finales de los 60 pero la época de Il Grande Inter había tocado a su fin.

jaime.rincon@marca.com

 

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