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Fútbol del Poniente Almeriense

Historias de Fútbol

¿QUÉ PASÓ CON... MARCELINO?

¿QUÉ PASÓ CON... MARCELINO?

Un ’Magnífico’ cabezazo 
que vive ahora del ladrillo

Su gol a la URSS significó el primer título internacional de España, la Eurocopa de 1964. Integrante de los ‘Cinco Magníficos’ del Zaragoza, se decia ahora a jugar al golf y a gestionar su empresa de construcción de viviendas.

  • Su gol a la URSS en 1964 significó el primer título internacional de la selección española de fútbol · Formó parte de los ‘Cinco Magníficos’ y ganó cuatro títulos con el Zaragoza · Le gusta jugar al golf, aunque la mayor parte de su tiempo la dedica a gestionar su empresa de promoción y construcción de viviendas

Para triunfar tuvo que abandonar Galicia, región de la que salieron algunos de los jugadores más brillantes que ha dado el fútbol nacional. Hablamos de Marcelino, autor del gol de la victoria de España sobre la Unión Soviética en la final de la Eurocopa de 1964. Ese mismo año ganó la Copa del Generalísimo y la Copa de Ferias con el Zaragoza de los ‘Cinco Magníficos’, una generación legendaria de la que formó parte junto a Santos, Canario, Villa y Lapetra.

En la actualidad reside con Teté, su mujer, en Ares, localidad coruñesa que le vio nacer hace 71 años. Buena parte del tiempo lo dedica a su empresa de promoción y construcción de viviendas. El resto, a reunirse con sus amigos y a jugar al golf en el Club Campomar. Precisamente, en este lugar se reunió con MARCA para presenciar la final del Campeonato de Europa de 2008.

Hasta los 15 años, Marcelino estuvo interno en un seminario de Santiago de Compostela. Esa época dejó una profunda huella en su vida, pero también en su fútbol. Allí formó parte de la selección del centro. Ya destacaba en plena adolescencia, llegando a compartir terreno de juego con compañeros que casi le doblaban la edad.

Posteriormente, pasó por el Numancia de Ares, el Galicia Mugardos y el Racing de Ferrol antes de fichar por el Zaragoza. En la capital aragonesa permaneció 11 temporadas, algo impensable a día de hoy. Pudo haber ganado más en Italia, pero decidió quedarse a orillas del Ebro porque siempre ha pensado que el dinero no lo es todo en la vida. “Ahora, los colores de un equipo no importan nada. Los niños que destacan se los acaban llevando los clubes poderosos y, así, no hay manera de aferrarse a un sentimiento”, apunta.

“Ahora, los colores no importan. Los niños que destacan acaban en los poderosos y no hay manera de aferrarse a un sentimiento”, apunta, tras 11 años en el Zaragoza.

En 1966 participó en el Mundial de Inglaterra y conquistó su cuarto y último título, la Copa del Generalísimo. Fue 14 veces internacional y, además, sigue ostentando el récord de máximo realizador en la historia del conjunto maño (117 tantos).

A nivel deportivo, le entristece el mal momento que atraviesa el fútbol gallego, que dos décadas después se queda sin representantes en Primera división. Pero, como empresario, le duele aún más la delicada situación económica que vive el fútbol español. “Se han inflado los sueldos, y ahora es cuando empezamos a ver las consecuencias. No es de recibo que un entrenador se embolse 10 millones de euros por temporada. El fútbol tiene que reestructurarse. Es una empresa y, como tal, tiene que pagar sus impuestos y no gastar más de lo que tiene”, matiza.

Su soberbio cabezazo frente a la URSS en 1964, ante el que nada pudo hacer Lev Yashin, parece un logro menor si se compara con los recientes éxitos cosechados por La Roja. Pero lo cierto es que aquel gol cambió la historia de España y puso a nuestro país en el mapa internacional del deporte.

José Mourinho, la apología de la victoria

  • MOURINHO Y EL FÚTBOL DE PIZARRA
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La apología de la victoria

  • "Estoy agradecido a Dios por no tener modestia porque es una cualidad que no ayuda en nada"

  • "Gracias, me gusta ser entrenador de títulos"

  • "No soy el mejor del mundo, pero creo que no hay nadie mejor que yo"

  • "No quiero un jugador que sea un hombre perfecto, que sea un perfecto profesional, que tenga un carácter fantástico, ese es el tipo de hombre que quiero para mi hija"

  • "Mi equipo ideal es aquel en el que, en cualquier momento y en cualquier situación todos los jugadores piensan de la misma manera"


José Mourinho (Setúbal, Portugal, 1963) es un triunfador puro, un maestro de la polémica, un entrenador cerebral que atrae los focos porque lo importante es proteger a sus jugadores. Así se entiende su personalidad, ese carácter que despierta filias o fobias. Su única adhesión inquebrantable es la victoria.

Ha educado su sentido táctico desde los 15 años, cuando su padre lo utilizaba para espiar a los rivales del equipo que entrenaba, el Os Belenenses. Aunque llegó a jugar de portero, Mourinho siempre sintió atracción por el dibujo en la pizarra. Estudió gestión administrativa por obedecer a su madre. Luego se licenció en Educación Física, eligiendo como especialidad Metodología del Fútbol.

Obtuvo su título de entrenador UEFA y comenzó su carrera como director deportivo de un colegio de secundaria. Manuel Fernandes lo llamó para que fuera su ayudante en el Estrela Amadora. También trabajó para el Vitoria de Setúbal antes de que Bobby Robson le incorporase al Sporting de Lisboa en 1992. Comenzó a su lado como traductor, se ganó su confianza y acabó ocupando el puesto de segundo técnico.

Mourinho se convirtió en el hombre de confianza de Robson. Compartieron vestuario desde 1993 hasta 1997. De Lisboa a Oporto y, por último, Barcelona. "Él llegaba a los entrenamientos con sólo diez minutos de antelación, jugaba al golf y llevaba una vida increíble, plena de disfrute. El fútbol no era una presión para él. Yo preparaba todo y cuando me preguntaba, le decía: 'Mister, hoy hacemos esto y esto'. Van Gaal era exactamente lo contrario", explicó Mourinho en una entrevista recogida en su propio club de fans en febrero de este año. El técnico holandés no dudó en proponerle que siguiera en el Barça cuando le contrataron.

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El juego de sus equipos se caracteriza por la intensidad

Sus años en el Camp Nou le resultaron enriquecedores. "Fueron los jugadores los que me enseñaron. Hablando con ellos de su experiencia aprendí mucho", confesó. Poco a poco se sintió preparado y lo suficientemente ambicioso para ser el líder de su propio vestuario. El Benfica lo llamó en 2000 para suplir a Jupp Heynckes con la competición ya empezada. La entidad estaba inmersa en una crisis institucional. Entró con un presidente en el poder y se marchó con otro. Fueron nueve jornadas enturbiadas por la renegociación de su contrato con el nuevo responsable de la entidad. No quedó convencido y se marchó.

Tampoco pudo completar su acuerdo con el Leiria porque a mitad del curso le apareció la primera gran oportunidad de su carrera. La historia del Oporto motivaba suficientemente a un entrenador ávido de gloria. En 2002 se sintió por fin dueño de su particular destino. Recogió un grupo de jugadores desmotivados, pero con potencial para que la ciudad volviese a vivir días de grandeza. En su primer año dejó al equipo tercero. En el segundo hizo triplete -liga, copa y Copa de la UEFA-. En el tercero conquistó otra liga y la Champions League.

Mientras que algunos analistas le consideraron un tipo con demasiadas pretensiones, otros alabaron sus innovaciones tácticas. Su apuesta comenzaba por una defensa aguerrida que comenzaba en el campo del rival. Tipos como DerleiManiche y Deco fueron las estrellas de un equipo con una claridad de ideas aplastante y capaz de practicar un fútbol intenso.

La fórmula Mourinho atrajo la atención de los mejores clubes de Europa. El Chelsea lo convirtió en 2004 en el entrenador mejor pagado del mundo. "Soy un gran defensor del espíritu de equipo porque los trofeos los ganan los equipos", es una de sus máximas. En la Premier League armó un bloque campeón.

Su posición de estrella mundial lo expuso al juicio de los medios de comunicación. "No me llamen arrogante, pero he ganado una Champions y soy muy especial", fue la frase con la The Special One se presentó en Londres. Se descubrió a un técnico beligerante contra todo aquello que piensa que le perjudica a él o a los suyos. La UEFA lo sancionó en 2005 con dos partidos y una multa económica por poner en cuestión la honorabilidad del árbitro que dirigió un enfrentamiento de Champions entre el Chelsea y el Barcelona. Comienzó ahí una historia de rivalidad intensa con los azulgrana que perdura hasta hoy. Ese mismo año lo sancionaron también en Inglaterra con 85.000 euros por reunirse en secreto con Ashley Cole, lateral con contrato en vigor con el Arsenal.

Su fuerte personalidad chocó también con la del dueño del los blues. La relación con Román Abramóvich se tensó. El magnate ruso prescindió de sus servicios en septiembre de 2007. Mourinho dejó como legado seis títulos en tres años -dos Premier entre ellos-, los que le convirtieron en el entrenador más laureado de la historia del club inglés. Buena parte de la afición lamentó su adiós.

Durante el resto de esa temporada se ocupó del mecenazgo de varios programas de ayuda a la infancia; prestó su imagen como reclamo publicitario de varias multinacionales que lo ven como la persona perfecta para dar credibilidad a sus marcas; y su biografía se midió en las librerías con los best seller más leídos dePortugalEn verano de 2008 recibió la llamada del Inter de Milán.

En el equipo italiano vivió dos intensas temporadas plagadas de éxitos. Conquistó dos scudettos y se apuntó la Champions League de 2010, año en el que también logró la copa italiana. En sus últimos meses protagonizó una discusión verbal y física con un periodista, vivió una tensa eliminatoria europea con el Barçay tuvo que hacer frente a un desplante de Balotelli, entre otros titulares de prensa.

Poco después de la final de la Copa de Europa anunció que se iba al Real MadridMassimo Moratti, presidente interista, atendió los deseos de la plantilla y de los aficionados e intentó retenerlo por todos los medios. El luso aludió motivos personales para justificar su marcha. "No es un problema de contrato o de dinero, y me da, incluso, un poco de vergüenza ganar lo que gano con la crisis que hay. Es un problema de satisfacción personal, de sentirme respetado o no en un país futbolístico en el que he tenido tantos problemas", precisó.

En su primer año como técnico del Real Madrid ha protagonizado un intenso duelo deportivo y dialécticocon el Barcelona y con Pep Guardiola. Ambos abanderan dos formas distintas de entender el fútbol. Son antagonistas en un deporte millonario en seguidores. Se han jugado todo entre ellos. La Copa del Rey ha vuelto a las vitrinas del Santiago Bernabéu 18 después. Mourinho entiende que el espectáculo se calibra en títulos. Para conseguirlos hay que ganar. No encuentra mayor verdad ni mejor excusa.


Vicente del Bosque, un tipo tranquilo y sensato

 DEL BOSQUE, UN MEDIADOR ENTRE GRANDES FIGURAS

Del Bosque

Los gestos delatan a Vicente del Bosque como un tipo tranquilo. Las palabras, como un entrenador sensato. En silencio se ha convertido en el entrenador más sonoro de la historia del fútbol español. Es la pausa en la histeria colectiva. El tiempo rebota tarde o temprano el trabajo bien hecho. A él le ha otorgado un palmarés sobresaliente.

El secreto del triunfo silente

  • "Ni permisiva ni muy dura, hay que lograr mantener la disciplina pero nunca imponerla"

  • "Los entrenadores tenemos la responsabilidad de defender el fútbol, de protegerlo y mimarlo" 

Los gestos delatan a Vicente del Bosque (Salamanca, 1950) como un tipo tranquilo. Las palabras, como un entrenador sensato. En silencio se ha convertido en el entrenador más sonoro de la historia del fútbol español. Es la pausa en la histeria colectiva. El tiempo rebota tarde o temprano el trabajo bien hecho. A él le ha otorgado un palmarés sobresaliente.

Del Bosque habría sido profesor si el fútbol le hubiese permitido compaginar los estudios con el entrenamiento. Ingresó en el Real Madrid en 1968, con 18 años, y ahí se mantuvo fiel hasta 2003. Fue jugador y después entrenador. Dio el paso a los banquillos nada más retirarse. La cantera blanca fue el escenario perfecto para sus dotes docentes y ese poder de convencimiento tan pedagógico.

Comenzó como ayudante de Juan Santisteban en el Castilla, en 1984. Tres años más tarde ya había ofrecido la suficiente confianza a los dirigentes y lo designaron primer entrenador del filial. Del Bosque estaba impregnado de madridismo y conocía los secretos de su cantera como nadie. La junta directiva presidida por Ramón Mendoza le nombró coordinador de las categorías inferiores en 1990.

Del Bosque profesó una dedicación plena a los intereses del club para el que trabajaba. Se convirtió en el hombre de confianza de la casa, la persona siempre dispuesta a obedecer y servir a unos colores que fueron y son su vida. Acudió al rescate del equipo cuando se le llamó en marzo de 1994 para suplir al destituidoBenito Floro. Hizo la transición entre el despedido Jorge Valdano y Arsenio Iglesias en mitad de la temporada 95-96. Y en 1999 aceptó la misión de sustituir a John B. Toshack. Fue entonces cuando Lorenzo Sanz le ofreció una plaza fija para el siguiente curso.

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Ingresó en el Real Madrid en 1968, con 16 años, y ahí se mantuvo fiel hasta 2003

Sus años como técnico del Real Madrid fueron sobresalientes. Ocho títulos -dos Ligas y dos Champions League entre ellos- devolvieron a la entidad su sitio en el primer orden mundial. En junio de 2003, un día después de ganar la Liga, le comunican que no cuentan con él.Enrique Sánchez, el portavoz de la directiva presidida porFlorentino Pérez, lo anunció así en la sala de prensa delSantiago Bernabéu: "La Junta del Real Madrid ha decidido por unanimidad la no renovación del técnico del primer equipo, Vicente del Bosque. Se le ha ofrecido seguir colaborando con el club en labores técnicas y lo ha rechazado".

Meses antes de su marcha había recibido elogios por su carácter conciliador, algo fundamental a la hora de manejar un vestuario plagado de jugadores galácticos como ZidaneFigo o Ronaldo. "Es un club donde los celos podrían provocar un conflicto diario, pero eso no ocurre gracias a un entrenador de perfil bajo”, dijo Jorge Valdano, el director deportivo. El sustituto de Del Bosque fue el portugués Carlos Queiroz.

Después de un año parado aceptó una oferta del Besiktas. No se adaptó a Turquía ni tampoco le acompañaron los resultados. El equipo estaba fuera de la Copa de la UEFA e iba mal clasificado en la liga cuando le destituyeron en enero de 2005, justo después de caer en la tercera ronda de la copa. Fue una experiencia anecdótica como la que tuvo en el Cádiz, en 2007, como uno de los consejeros deportivos del empresario Arturo Baldasano.

La selección inició la Eurocopa 2008 con un sensacional triunfo frente a Rusia (4-1). Su nombre empieza a sonar como relevo de Luis Aragonés, que ya había anunciado a finales del año anterior que no seguiría en el cargo tras finalizar el torneo. El acuerdo verbal entre Del Bosque y la Federación se cierra en pleno campeonato. Como herencia recibió un equipo campeón de Europa.

La misión escondía algunas trampas que sorteó con inteligencia. Supo liderar el cambio sin sobresaltos dando continuidad a un grupo de jugadores que funcionaba a la perfección. Asimiló sus costumbres y fue matizando el equipo hasta adaptarlo más a su gusto. El reto de Sudáfrica lo afrontó como responsable de la mejor generación de futbolistas que ha dado España. En 2010 se escribió la historia de un equipo capaz de sufrir y de ser brillante. En los momentos de tensión se lanzó un mensaje de calma. Pasito a pasito se conquistó el torneo y Del Bosque fue manteado como un ídolo introvertido.

angel.liceras@marca.com

 

Johan Cruyff, el holandés revolucionario

CRUYFF Y LA APUESTA POR EL FÚTBOL DE CANTERA

Cruyff

Nada más retirarse en el Feyenoord regresó al Ajax para encabezar una revolución. Johan Cruyff (Ámsterdam, 1947), el heredero natural del fútbol total de Rinus Michels, cambió los cimientos del club holandés como lo luego lo hizo en el Barcelona. Ambos le deben su esencia actual, ese empeño en la formación de cantera y en que el mundo debe girar en torno a la pelota.

"El papel del entrenador no es hacer amigos”

“Si tienes la pelota en el pie sólo un segundo no hay manera humana de que te den una patada”


“El balón es mi despacho. Me siento en él y veo cómo trabaja el equipo"


Nada más retirarse en el Feyenoord regresó al Ajax para encabezar una revolución. Johan Cruyff (Ámsterdam, 1947), el heredero natural del fútbol total de Rinus Michels, cambió los cimientos del club holandés como lo luego lo hizo en el Barcelona. Ambos le deben su esencia actual, ese empeño en la formación de cantera y en que el mundo debe girar en torno a la pelota.

«El balón es mi oxigeno. Respiro fútbol y me divierto haciéndolo», escribió Johan Cruyff en las primeras paginas de su libro ‘Mis futbolistas y yo’. Su sistema 3-4-3 marcó una época por su valentía, por su entrega sin complejos a un juego ofensivo que debía ser puro divertimento para el espectador y, sobre todo, para el futbolista.

El Ajax inició un giro radical a su política cuando Cruyff se hizo cargo de la dirección deportiva en 1984. Creía que la única forma de hacer imperecedera una idea es crecer con ella. Impuso la defensa de tres hombres en todas las categorías inferiores. Grabó a fuego la filosofía del control y pase. Apenas una temporada después sustituyó a Leo Beenhakker como técnico. Ganó dos Copas de Holanda y una Recopa antes de precipitar su marcha. En enero de 1988 dimite al no convencerle la oferta de renovación que le presentó el club. Mientras, su suegro negociaba ya en París con Joan Gaspart, vicepresidente del Barcelona, su regreso a la Liga española.

La entidad azulgrana pasaba por entonces una de las temporadas más revueltas de su historia. Las secuelas del ‘motín del Hesperia’ amenazaban la presidencia de un Josep Lluis Nuñez que tenía apalabrado conJavier Clemente su fichaje como entrenador para el siguiente curso. La oposición de Sixte Cambra ganaba fuerza y para dar un golpe definitivo a su reelección recurre a la figura de dos leyendas vivas del club como son Carles Rexach y el propio Johan Cruyff. La contratación del holandés no fue fácil por dos razones: no tenía un título de entrenador que le permitiese entrenar en España y, además, mantenía una deuda millonaria con el fisco desde su época de jugador.

El legado de Cruyff en el Barça tiene un valor incalculable. Atravesó casi dos temporadas en un desierto de dudas hasta que un resultado lo cambió todo. El triunfo en la final de Copa de 1990 ante el Real Madrid marcó un punto de inflexión. Después llegaron cuatro ligas consecutivas y la consecución de la primera Copa de Europa en la historia culé en 1992. Aquel Barcelona bordó el fútbol y se ganó el apodo de Dream Team. La herencia de ese equipo se mantiene viva en el presente.

La estrepitosa derrota en la final de la Champions League de 1994 -4-0 ante el Milan de Capello- fue el principio del fin del Cruyff entrenador. Meses antes anduvo en negociaciones infructuosas con la federación holandesa para compatibilizar su cargo en el Barça con el de seleccionador de su país en el Mundial de Estados Unidos. Meses después se vio al frente de un equipo sin chispa. Lejos de la autocrítica, se empeñó en sus ideas y emprendió una reforma paulatina del plantel.

Su relación con las vacas sagradas del vestuario y con la presidencia se desgastó. «Es como es. Son estilos de forma de ser. No actuamos igual. Él habla por conductos anormales. Yo soy respetuoso con las personas... Él lo hace, y lo tengo que aceptar", dijo Nuñez a principios de 1996. El técnico se vio con la autoridad moral suficiente para imponer su criterio sobre cualquier cosa, pero acabó desbordando la paciencia del club. Dos jornadas antes del final de la temporada le destituyen. La grada del Camp Nou no encajó con gusto la decisión.

Desde entonces y hasta ahora, es la voz más influyente del entorno barcelonista. Es admirado y respetado en todo el mundo. Cataluña aprovecha el tirón de su imagen pública desde que le designaron seleccionador autonómico el 2 de noviembre de 2009. La elección es en sí misma un reconocimiento a su figura.

El Ajax intentó en vano que volviera a implicarse en su organización deportiva en 2008. "Son necesarios cambios drásticos para poder obtener en la cantera un nivel apropiado para esta entidad. He realizado un proyecto claro para hacerlo. Pero mi visión no la comparten las personas que tendrían que ejecutarla", dijo Cruyff como renuncia. Se avino con formar parte de un consejo de sabios. En marzo de 2011 logró forzar finalmente la renuncia de los dirigentes del club, reacios a aceptar algunos relevos propuestos en el organigrama técnico. El vacío de poder ha quedado resuelto con el nombramiento de una nueva dirección formada por cinco personas. Él está entre ellas.

angel.liceras@marca.com

El Manchester United de los 'Busby babes

EQUIPOS DE LEYENDA

Hubo un tiempo en el que el Manchester United pintaba más bien poco en Inglaterra y absolutamente nada en Europa. Lejos del liderazgo que asume hoy en día en la Premier y ausente en las grandes citas internacionales, el United se debatía entre el anonimato y la cotidianeidad. La llegada de un solo hombre cambió esta tendencia a mediados de los años 40. Matt Busby, poco menos que un héroe en el Manchester City, sería curiosamente el gran causante de una de las etapas más gloriosas del ManU.

El técnico escocés y su fiel ayudante James Murphy revolucionaron la entidad con decisiones pioneras como la instauración de reuniones sociales o la idea de otorgar funciones administrativas a algunos jugadores. Su creencia en el fútbol base llevó al United a reforzar sus categorías inferiores y surtirse de jugadores jóvenes para el primer equipo. "Un jugador es lo bastante mayor siempre y cuando sea lo suficientemente bueno", solía decir el escocés. Busby llegó en 1945 y dos años más tarde llevó al equipo hasta el segundo escalón de la Premier League. En 1948 logró su primer título conquistando la FA Cup. Era la primera señal de que en Manchester iba a suceder algo grande.

A medida que el United crecía y afianzaba su proyecto, cerca de Birmingham, en la pequeña localidad de Dudley, emergía un nuevo talento: Duncan Edwards. El equipo de Busby logró la tercera Premier de su historia en 1952 mientras el pequeño Edwards continuaba con su carrera meteórica. Un año más tarde, debuta con 16 años en un equipo que acoge a una serie de jugadores que marcarían una época inolvidable. Se incorporan el extremo Berry, el norirlandés Blanchflower, el zurdo Pegg, Foulkes, Viollet, el habilidoso Whelan y el gran Bobby Charlton. ’Bobby’ debuta en 1956 ante el Charlton Athletic y ya deja muestras de su gran clase marcando dos goles.

El fenómeno Edwards
Sin embargo, y pese a lo que todo el mundo pueda pensar, la gran estrella de aquel equipo era Edwards, como el propio Charlton se ha hartado de reconocer posteriormente: "Nunca he conocido a alguien tan dotado técnicamente, tan fuerte y con la presencia que él tenía. Era bueno con la derecha, bueno con la izquierda, con un extraordinario remate de cabeza y muy sólido en defensa. Es la única persona a quien, incluso hoy, realmente me sentía inferior". Un futbolista que estaba llamado a liderar un equipo de ensueño dispuesto a discutir la hegemonía del gran Madrid de Di Stéfano. Con Edwards todo era posible. "Recuerdo una anécdota: en una semifinal ante el Chelsea, Murphy nos dijo que evitáramos la dependencia de Duncan. Que éramos un equipo sobrado de talento. Al llegar 0-0 al descanso, nos gritó: ’Pasadle a Duncan’. Ganamos el partido". Declaraciones de Charlton que dejaban bien claro el peso del talento inglés en ese equipo.

Cayeron los títulos de liga del 56 y el 57 y sólo el imparable Madrid de la ’Saeta Rubia’ se cruzó en su camino en Europa. El equipo blanco y aquella maldita noche del 6 de febrero de 1958 en Munich. Busby y sus chicos regresaban de Belgrado tras clasificarse para las semifinales de la Copa de Europa en el vuelo 609 de la British European Airways y pararon en la ciudad germana a repostar. Caía una nevada tremenda y el avión tuvo dos despegues fallidos. "Todavía no sé por qué despegamos", recuerda Charlton. Al tercer intento, el avión se precipitó contra una casa y la cabina se convirtió en una trampa de fuego mortal. Harry Gregg, uno de los supervivientes y héroe improvisado no olvidará jamás las palabras de su compañero Whelan en medio del pánico y el caos generalizado. "Si ocurre lo peor, estoy preparado para morir. Espero que lo estemos todos".

Preparados o no, 23 personas perdieron la vida en el fatal accidente. Ocho fueron futbolistas. Tommy Taylor, de 26 años; Robert Byrne, de 28; Geoff Bent, de 26; Mark Jones, de 24; David Pegg, de 22, Liam Whelan, de 22; Eddie Coleman, de 21 y el gran Duncan Edwards, aunque éste lo haría quince días después. En medio del desastre, Gregg utilizó sus grandes manos de portero para rescatar uno por uno a todos los pasajeros que pudo, Charlton, Viollet y Matt Busby entre ellos. "Yo saqué a un bebé y después a una mujer también. Saqué a Bobby Charlton y a Dennis Viollet por el lado izquierdo y los arrastré sobre la nieve. Matt Busby frotaba su pecho y murmuraba: ’mis piernas, mis piernas...’".

De entre los supervivientes, Edwards y Busby fueron los que peor parte se llevaron. James Murphy, segundo del técnico escocés, tuvo que ocuparse de un equipo deshecho en logística y, como no podía ser de otra manera, en el aspecto moral. El propio Murphy contaba destrozado su experiencia con Edwards en el hospital: "¿Eres tú, Jimmy? ¿El partido ante los Wolves es a las tres?". El genial futbolista todavía pensaba en recuperarse a tiempo para llegar al partido. Para Murphy, no habrá nunca nadie como el gran Duncan Edwards: "Con el paso de los años, cuando escuchaba a Muhammad Alí decir que era el más grande, no podía parar de sonreír. El más grande fue Duncan Edwards". Por desgracia, nunca más pudo ponerse las botas.

El United debía pasar página y mientras Murphy reconstruía el equipo, Busby luchaba por sobrevivir en un hospital de Munich. "Estaba completamente sólo y tuve que rehacer un equipo. Fue importante coger futbolistas de fuera de Old Trafford, fuera del ambiente de muerte de Manchester y de toda la emoción", apuntaba el improvisado técnico. Tres meses después del accidente, cayeron en la final de la FA Cup ante el Bolton (2-0). "Tras perder ante el Bolton, fue peor que nunca", evocó el defensa Foulkes" al volver a Manchester, nos esperaban millones de personas".

La situación no mejoraba entre las paredes del hospital. Busby llegó a recibir en dos ocasiones la extremaunción. Se recuperó, mandó un mensaje de tranquilidad y la esperanza regresó a las gradas de Old Trafford. La recuperación giró en torno a la figura de Bobby Charlton, el mejor jugador con diferencia de aquella época. Llegaron David Herd, Albert Quixhall y Dennis Law. Poco después lo hizo George Best, genio controvertido que añadiría un factor desequilibrante, elemento distintivo que completó lo que más tarde se conocería como el "Holy Trinity" (Charlton, Law y Best).

Y el United y sus aficionados volvieron a sonreir. Busby regresó a los banquillos y los ’red devils’ recuperaron su dominio en la Premier ganando los campeonatos de 1965 y 1967. Europa esperaba de nuevo a los renovados ’Busby Babes’. Esta vez, ni el Madrid ni ningún avión se interpondría en su camino. Un 29 de mayo de 1968 en el majestuoso marco de Wembley, el United se proclamaba campeón de Europa tras ganar 4-1 al Benfica. Busby ya tenía motivos para ser feliz. Manchester podía respirar aliviado. Aquel triunfo era también de los ausentes, de las víctimas del accidente. Ya lo decía Harry Gregg: "Puede que no fuéramos el mejor equipo del mundo. Puede que nunca lo llegáramos a ser. Pero sin duda fuimos los más queridos. El equipo tenía juventud, carisma, y, sobre todo, humildad. La magia del Manchester pudo morir en Múnich, pero las emociones que generó aquel equipo permanecen imborrables en la memoria de los aficionados". Y eso, al fin y al cabo, es el mejor título de todos.

jaime.rincon@marca.com

El Stade Reims del "football champagne"

EQUIPOS DE LEYENDA

Uno de los múltiples tópicos que se barajan en este deporte habla de la facilidad para pasar al olvido o de la distante relación que el fútbol tiene con la justicia. “El fútbol tiene muy poca memoria”, se asevera con frecuencia. Una verdad indiscutible que bien conoce el Stade Reims francés, equipo que marcó profundamente a quien le vio pero del que hoy en día no se cuentan batallitas por culpa de dos finales europeas.

Hubo una vez en el que el Stade Reims fue grande, muy grande. Sólo la mala fortuna de coincidir con otro colectivo formidable, el formado por el Madrid de Di Stéfano, evitó que inscribiera su nombre con letras de oro en los anales de la historia futbolística.

Batteux y el “football champagne”
Como en toda leyenda, existen ciertos protagonistas que marcan el guión y acaparan los focos. Es el caso de Albert Batteux, centrocampista con cierto nivel en el Stade Reims que colgó las botas por el banquillo en 1950. Con Batteux arrancó la etapa dorada del club en la que la clara apuesta preciosista del técnico galo desembocó en la conquista de numerosos títulos. El Stade Reims conquistó los ‘Championat’ de 1953 y 1955.

La utilización de paredes, el abuso de combinaciones cortas y juego siempre a ras de suelo provocaron que al estilo que ese colectivo desplegaba sobre un terreno de juego se le acuñara el término “football champagne”, dado que la producción mayoritaria de ese vino espumoso se encuentra en la región donde reside el club. Un fútbol exquisito y llamativo en el que la obsesión por el control de la posesión era tal, que fue el primer equipo en añadir un nuevo concepto a los saques de esquina. El córner "à la rémoise" (así se le definió), o lo que es o mismo, sacar en corto y descartar como primera opción el balón colgado al área.

La apuesta por la técnica que hizo Batteux creo un ambiente oportuno para que jugadores como Jonquest, Giraudo, Leblond o Bliard explotaran sus excelentes cualidades. Varios escalones por encima estaba Raymond Kopa. Aquel menudo delantero de regate fácil y desborde voraz encontró la confianza y libertad que necesitan los genios para brillar en Batteux. Las críticas desde fuera que Kopa recibía por su individualismo y dificultad para jugar al primer toque fueron cortadas de raíz por su técnico cuando, en un cara a cara, le advirtió con rotundidad: “El día que no dribles más te echo del equipo”.

El Madrid se cruza en el camino
Era 1956 y la máxima competición internacional daba sus primeros pasos. Justo un año antes, el equipo francés se había quedado a las puertas de la gloria internacional perdiendo la final de la Copa Latina (anterior versión de la Copa de Europa) ante el Real Madrid. El Stade Reims se plantó en la final invicto. Pero allí, en el partido decisivo, en su territorio, ante casi 40.000 espectadores en el Parque de los Príncipes, el Stade Reims puso la primera piedra para construir esa leyenda de eterno segundón.

Y eso que el inicio fue arrollador. A los diez minutos de partido el conjunto galo ganaba por 2-0 gracias a los tantos de Michel Leblond y Jean Templin. Se visualizaba la celebración, el éxtasis y los cánticos de un Parque de los Príncipes entregado hasta que al Madrid le dio por reaccionar. Llegó a empatar, y aunque Michel Hidalgo volvió a poner por delante al Reims, el vendaval blanco se había desatado. A once minutos del final, Rial culminaba la remontada (3-4) y dejaba a los de Batteux sumidos en una profunda depresión.

Por si no bastara con el daño infligido, el Madrid dejaba al año siguiente a su rival sin su máxima estrella. La destacada actuación de Kopa en la final de París asombró a Bernabéu, que no dudó en hacer lo posible por conseguir su fichaje. Sin Kopa y con la herida europea aún abierta, lo normal hubiera sido sumirse en una profunda decadencia. Y probablemente ése habría sido su destino de no ser por la llegada al equipo de otro mito del fútbol francés: Just Fontaine. El veloz y eficaz punta venía de deslumbrar en el Niza y, pese a su corta trayectoria y escaso prestigio, cumplió a la perfección con el tremendo vacío de liderazgo que dejó Kopa a su marcha.

Adiós al desborde, bienvenido remate
Poco tenían que ver las características de uno y otro, dado que mientras el nuevo jugador del Madrid destacaba por su habilidad en el regate y tremendo recorrido, Fontaine era un excelso rematador, con una velocidad gestual que le permitía adelantarse al rival en el golpeo y un sorprendente salto de cabeza. Esto último fue incluso reconocido con cierta ironía por el propio jugador. “Salto tanto para rematar de cabeza que cuando bajo tengo nieve en el pelo”. El caso es que con Fontaine y un par de retoques más, el Stade Reims volvía alcanzó un exitoso ‘doblete’ en 1958 conquistando Copa y Liga. La oportunidad de regresar a Europa había llegado.

El camino, esta vez, no iba a ser tan cómodo. En cuartos de final tuvo que aparecer Fontaine con el tiempo cumplido para resolver ante el Standard de Lieja. En semifinales, el Young Boys suizo ofreció mayor resistencia de la esperada. El rival en la final, no podía ser otro, era de nuevo el Madrid de Di Stéfano.

El Madrid llegaba al Neckarstadion de Stuttgart en una posición más fuerte que en su primer encuentro tres años atrás. Europa estaba a los pies del conjunto blanco, dominador absoluto de la competición hasta entonces. El Reims, además, no estaba al nivel de antes. Enrique Mateos y Di Stéfano destrozaron, de nuevo, los sueños de un equipo que, sin saberlo, no volvería a verse en una igual.

El consuelo se encontró en casa. La liga francesa volvió a caer del lado del Reims en 1960. Europa ya era otra historia y la aventura se limitó a una derrota discreta ante el Burnley en octavos. El final de un ciclo se veía venir y la señal de ese cambio llegó en un partido ante el Sochaux, donde Fontaine sufrió una gravísima lesión que le mantuvo apartado durante una buena temporada de los terrenos de juego. Doble fractura de tibia y peroné. Casi nada. Reapareció a comienzos de 1961 pero en el partido de su regreso la pierna se le fue en una jugada fortuita y esa segunda lesión le forzó a la retirada.

Fue el punto de inflexión en un equipo que empezaba a pedir una renovación lógica e inevitable. Aún llegó el campeonato de 1962, con el que Albert Batteux se despedía tras doce temporadas de servicio al club. Al menos ese Stade Reims tuvo un final dulce. Al bajarse el telón de aquella trabajada y romántica obra sonaron los aplausos. Justo el premio que Batteux y el Stade de Reims de aquella época buscaron por encima de cualquier cosa. El materialismo queda para otros.

jaime.rincon@marca.com

El Peñarol del quinquenio y Alberto Spencer

EQUIPOS DE LEYENDA

El Peñarol de 1966 que conquistó la Copa Libertadores y la Intercontinental

El Peñarol de 1966 que conquistó la Copa Libertadores y la Intercontinental

Hablar de Uruguay es hablar de fútbol. La pasión, entrega e ilusión con la que se vive este deporte entre los charrúas viene de lejos. Concretamente, de los años 30 y 50 cuando el combinado nacional se coronó rey del mundo. De eso y, entre otras cosas, de las gestas que Peñarol protagonizó en la década de los 60. "Serás eterno como el tiempo y florecerás en cada primavera" rezan las pancartas en las gradas del Centenario. Y así fue durante muchos años por aquella época, donde los 'manyas' dominaron Uruguay, Sudamérica e incluso el panorama futbolístico mundial.

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Alberto Spencer anotó 113 goles con los carboneros

El nombre de 'manya' viene de una curiosa historia acaecida en 1914. Carlos Scarone, ex de Peñarol, había regresado de Argentina para jugar en el eterno rival, Nacional. Al término del partido, Scarone, que salía derrotado ante su ex equipo, contestó a las críticas de su padre con la siguiente frase: "¿A qué me iba a quedar en Peñarol? ¿A comer mierda (mangiare en italiano)…?".

De ahí el apodo a un equipo que vivió su etapa dorada a finales de los años 50 y que llegó hasta casi una década después. Hubo dos periodos bien diferenciados, similares en cuanto a éxitos, en los que los también conocidos como 'carboneros' levantaron ocho campeonatos de liga, tres Libertadores y dos Intercontinentales. Un éxito irrepetible hasta la fecha.

Las alegrías arrancaron en 1958 con Roberto Scarone al frente del conjunto aurinegro y un elenco de grandes futbolistas como el meta Luis Maidana, Tito Gonçalves, Cubilla, Hohberg, Montaño... un equipo que mezclaba oficio y calidad y que dejó multitud de partidos y anécdotas para el recuerdo. Una de ellas la narrá así el gran Elio Montaño, famoso por narrar las jugadas en medio de los partidos. "Peñarol era un gran equipo, agarrábamos a los chicos en Montevideo y ya en el primer tiempo nos poníamos tres, cuatro o cinco a cero. Entonces, en la cancha embromábamos. Una tarde en el Centenario contra Rampla Juniors un defensor de ellos me tiró al suelo con una patada terrible y yo corté una mata de pasto, me paré y le digo ¡Tomá caballo, comé! El árbitro se cagaba de risa…".

La llegada de Spencer
Pero, sin duda, el factor diferencial llegó a finales del 59, cuando Carlos Linazza y Alberto Spencer se incorporaron al plantel charrúa. Dos grandes incorporaciones que, gracias a las gestiones de Washington Cataldi, pudieron disputar el partido de desempate de la liga del 59 que se celebró en marzo un año después. Pese a desembarcar en Montevideo después de esa temporada, pudieron contribuir al segundo título consecutivo tras ganar a Nacional en el encuentro decisivo.

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Abbadie, Sacía, Moacír, Spencer y Joya, los delanteros de principios de los 60

El Tito Gonçalves, peso pesado y leyenda de Peñarol, contaba así la llegada del genial delantero ecuatoriano que marcaría una época en el club aurinegro: "Cuando vino a Peñarol, cobraba y no se defendía. Hasta que un día lo agarré y le dije: `Mirá Alberto, tenés que acerte acreedor a una falta, que te expulsen una vez, para que todos los defensores uruguayos se enteren que vos también metés de vez en cuando!´.Ese domingo jugábamos con Fénix. Le pedí a Lito Silva que le tirara una pelota larga para dividir, y a Spencer se le fué la mano: metió un planchazo y le rompió ligamentos rodilla a un rival. Yo no le había pedido tanto, porque una cosa es meter y otra lesionar. Pero desde ese día lo trataron distinto".

Bajo el inaudito olfato goleador del ecuatoriano Peñarol alcanza una hegemonía irrefutable en Sudamérica. Como no podía ser de otra manera, los 'manyas' se alzaron con la primera Copa Libertadores de la historia (1960) tras ganar por la mínima en casa al Olimpia de Paraguay (gol de Spencer) y empatar 'in extremis' en el choque de vuelta con un gol de Cubilla a siete minutos del final. Sólo el Madrid de Di Stéfano, en la disputa de la Intercontinental, consigue frenar al conjunto de Scarone con un contundente 5-1 en el Bernabéu tras el empate sin goles de la ida.

La siguiente temporada, con la llegada de Joya y Sacía, Peñarol vuelve a levantar la Libertadores al ganar por la mínima a Palmeiras en casa, otra vez con gol de Spencer, y empatar en Brasil a uno con tanto de Cubilla. Para la siguiente Intercontinental no esperaba el Madrid, sino el Benfica de Eusebio. Los chicos de Scarone caen en Portugal (1-0) pero golean en Montevideo (5-0). En el desempate, un doblete de Sacía otorga a Peñarol la primera Intercontinental de su historia.

Sería la despedida de Roberto Scarone y el final a una época que rubricó Bela Guttman en 1962 con la obtención del famoso quinquenio (cinco títulos consecutivos). El prestigioso técnico húngaro dejó el equipo a media temporada por problemas de salud y regreso para el tramo final, siendo Pelegrín Anselmo la cabeza visible del banquillo durante su ausencia. A partir de entonces, Peñarol iniciaba un nuevo camino.

El que fuera portero de Uruguay en el famoso 'Maracanazo', Roque Maspoli, se hacía cargo del equipo. El carismático ex guardameta charrúa recupero a Julio César Abbadie, a sus 32 años, para la causa y varias temporadas después se deshizo de Sacía a través de un trueque con Rosario, en el que Cortés recalaba en Peñarol. Sobre Abbadie, otro mito, el 'Bocha Maciel', contaba en una ocasión: "Una vez en pleno enero, le dije: 'con este calor está difícil para correr' y me replicó `hago tres carreras, dos centros, Spencer mete dos goles y está el partido liquidado, después no corro más'".

Con el 'Chiquito' llega la tercera Libertadores
Se ganaron los campeonatos nacionales del 64 y el 65 y se llega a la final de este último año en la Libertadores con la aparición estelar de Ladislao Mazurkiewicz. El 'Chiquito' (apodado así por ser el menor de cinco hermanos) se da a conocer en la semifinal con una actuación estelar ante el Santos de Pelé, que llegó a felicitar al propio guardameta al final del partido. El considerado sucesor de Lev Yashin (en palabras del propio meta soviético), sin embargo, no fue suficiente para ganar en la final en el partido de desempate a Independiente.

La decepción, a la vista está, no duró mucho. Peñarol se tomó su revancha particular al año siguiente, y de qué manera. Conquistó la Libertadores y llegó la leyenda. Tras ganar 2-0 en casa a River, cae 3-2 en El Monumental y se va al desempate. En ese tercer partido, River gana 2-0 y Peñarol está muerto... hasta que llega la fanfarronería de Carrizo, que decide controla un balón con el pecho y despertó la ira de los de Maspoli. Los 'manyas' empataron el choque y terminaron ganando con dos goles en la prórroga la que sería su tercera Copa Libertadores.

El broche de oro llegó con la Intercontinental, donde Peñarol se tomó la revancha ante el Real Madrid. 2-0 en Montevideo e idéntico resultado en el Bernabéu para poner fin a la etapa más gloriosa de su historia.

jaime.rincon@marca.com

Il Grande Torino

EQUIPOS DE LEYENDA

El once inicial del gran Torino

El once inicial del gran Torino

Hubo un tiempo en el que el Calcio fue el ejemplo del fútbol total. Un día no muy lejano en el que cualquier atisbo del 'catenaccio' se alejaba radicalmente de la liga italiana. Un equipo al norte de Italia combatía la época de decadencia con un juego alegre y atrevido. Pero esa batalla llena de entusiasmo y felicidad se convirtió en un derrota desdichada y trágica.

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Así quedo el Fiat N.212 tras estrellarse contra la Basílica de Superga

Il Grande Toro perdió un partido que nunca quiso jugar aquel 4 de mayo de 1949. Pasadas las 5 de la tarde sonó el pitido final sin que ese equipo de leyenda pudiera tener la más mínima opción de ganar. Sus ilusiones, esperanzas o ambiciones murieron cuando aquel avión trimotor Fiat N.212 se estrelló contra la cúpula de la Basílica de Superga, a 20 kilómetros de Turín.

En el desastre fallecieron todos los pasajeros. 33 personas entre las que se encontraban los dieciocho futbolistas de aquél mágico Torino. El equipo que presidía Ferruccio Novo volvía de jugar un partido homenaje a José Ferreira, capitán del Benfica, en Lisboa. Un fuerte temporal y una espesa niebla les tenía guardado un inesperado aterrizaje a su regreso.

Nadie sobrevivió al impacto. Nadie salvo dos futbolistas que, por distintas razones, no subieron a ese maldito avión. El mítico Ladislao Kubala fue uno de ellos. El futbolista húngaro que más tarde se convertiría en una estrella mundial tuvo que permanecer en Lisboa porque su hijo había enfermado.

El otro superviviente de aquella plantilla fue Sauro Tomá, un lateral izquierdo procedente del modesto La Spezia que acababa de fichar por el Torino con 23 años. "El míster, Leslie Lievesley nos había dicho a Valentino Mazzola y a mí que nos cuidáramos de las lesiones antes de viajar. Mazzola no estaba bien del todo, pero podía jugar y viajó. Yo tenía problemas en la rodilla y el entrenador me aconsejó que me quedara en casa. Me sentí el hombre más desdichado de Turín. Todo el Torino viajó a Lisboa, y yo me quedé en casa, lesionado". Son palabras de aquel joven futbolista que sería ya recordado como el defensa más afortunado del mundo.

Se quedó con las ganas de jugar en un equipo legendario, único e irrepetible. Son muchos los que apuntan que si la historia de aquel equipo no hubiera terminado de manera repentina hoy quizá no existiera el 'catenaccio'. Puede que tampoco la Juve fuera el peso pesado que es actualmente en el Calcio. Y seguramente el 'Maracanazo' no hubiera tenido lugar. Suposiciones que son eso, meras hipótesis.

Un acto de justicia
Pero el Torino sí fue real. Un equipo que jugaba con tres defensas y que practicaba un fútbol eminentemente ofensivo y arriesgado en el que sobresalía su capitán, Valentino Mazzola, por encima de todos. Se mantuvo invicto en su estadio, Filadelfia, durante 93 partidos y conquistó cinco 'Scudettos' de manera consecutiva. Llegó a golear al Milan (10-0) en una temporada, la 48-49, en la que las cifras muestran con nitidez el dominio que el Toro ejercía por aquel entonces: 125 goles a favor y 33 en contra con 16 puntos de ventaja sobre el segundo clasificado.

Una hegemonía que llegó hasta ese 4 de mayo de 1949. En aquella campaña, el Torino comandaba la clasificación a falta de cuatro jornadas hasta que sucedió la tragedia. En un acto de justicia, el Calcio le otorgó aquel campeonato en el que jugó el resto de partidos con el equipo juvenil frente a unos rivales que, por respeto, también emplearon a los jugadores de sus categorías inferiores.

Pero si el Torino se quedó tocado anímica y deportivamente, no menos duro resultó para el combinado nacional. En un equipo dirigido por Vittorio Pozzo, la plantilla del Toro monopolizaba las alineaciones del combinado nacional. El puesto de portero era el único que se libraba de ese acaparamiento turinés.

Con el desastre, en el que el propio Vittorio Pozzo tuvo que reconocer los cuerpos de los futbolistas, terminó una floreciente etapa del fútbol italiano. Más de 500.000 personas acompañaron al Torino en su adiós. En el mismo orden en el que salían al campo fueron anunciados los ataudes a la entrada de la Catedral de Turín. Cuando entró Mazzola el silencio se apoderó de Turín, de Italia y del mundo del fútbol. El gran Torino, lamentablemente, nos había dejado para siempre.

jaime.rincon@marca.com